Te
amo con la inocencia de un niño.
Te
amo con la dulce pasión transmigrada en fuego.
Te
amo desde siempre y para siempre,
en
el latir de las vigilias, en el pulso de mis sueños,
en
la elemental brevedad de dos palabras,
en
la enorme elocuencia de todos los silencios.
Desperté
y no estabas
Sin
embargo
tengo
las manos llenas de tu piel
el
alma plena de tu amor
de
la luz de las sonrisas que me regalaste
y
siento que miro la vida a través de tus ojos
porque
vives dentro mío en cada instante.
Anduve
una larga noche sin estrellas
A
mis viejos pasos los borró la arena
pero
las líneas de mi vida tuvieron un único sentido:
el
manantial de tu corazón que me esperaba.
Por
eso, amor, la infinita serie de rostros
de
hechos y cosas que me habitan
se
diluyen en la casi nada
cuando
tus ojos de verde cielo a los míos miran.
La
lenta caravana de mis días
una
tarde de abril se detuvo para siempre
en
el hondo manantial de tus ojos buenos
donde
apagó su sed mi corazón sediento.
Entonces,
mis manos reconocieron
tu
país de valles y montañas
donde
florece la música de tus te quiero
el
suave murmullo de tus arroyos escondidos
y
esa dulce paz que sólo intuí en sueños.
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