Abril tiene música en el estrecho sonido de sus cinco letras.
En un abril abierto de soles tibios, de calles con niños,
escuché en plena tarde tus pasos rápidos sobre la vereda
mientras el piano cantaba con sus teclas blancas y negras.
La puerta se abrió y allí estuviste indecisa, inmóvil, quieta,
con tu vestido blanco, con tu chal a cuestas, con tus grandes ojos,
con tu mano extendida que junto a la mía fueron, por un instante,
dos palomas trémulas en el breve espacio de la casa vieja.
Aquella tarde, parados en el umbral, contemplamos el misterio
y en tus ojos de pradera y cielo leyeron mis ojos tu primer te quiero.
Abril se me antoja un trino de pájaros entre hojas sueltas.
El dulce canto del amor verdadero. La íntima certeza de lo eterno.
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